El sábado 4 de noviembre, en el marco del Festival Iberoamericano de Periodismo Narrativo, Nave de No Ficción, se desarrolló un taller muy peculiar.
Cualquiera que entrase de sorpresa no hubiese entendido nada. Las sillas estaban desordenadas, había un clima de mucha energía, algunas personas se habían vendado los ojos con lo que tenían o simplemente los tenían cerrados.
Palpaban objetos, los olían, los sentían, pensaban, recordaban, viajaban al pasado o a otros lugares, dudaban, presentían, adivinaban.
Tenían que descubrir qué cosa estaban tocando.
Entre ellos y ellas caminaba Roberto Herrscher, con una camisa de jean y su sonrisa cálida. Los ojos claros bien abiertos. Iba y venía, mientras dictaba su taller "La voz de las cosas", con la felicidad sencilla que irradian y contagian los verdaderos maestros.
Hablar de la trayectoria de Herrscher, argentino residente en Chile, insumiría muchas páginas. Podría resumirse diciendo que es sociólogo, Master en Periodismo por la Universidad de Columbia y realizó un posgrado del Instituto para el Desarrollo del Periodismo Internacional de Berlín. Vivió en varios lugares del mundo, en los que escribió y se ocupó de la actividad que más ama: enseñar periodismo narrativo. Sobre el tema publicó un manual que ya es un clásico.
-Yo estuve en una guerra- dijo en un momento- soy un héroe certificado de Malvinas. Esa experiencia, vivida en el asombro de los 19 años, lo llevó a escribir "Los viajes del Penélope”. Publicó muchos libros más; el último “Crónicas Bananeras”.
En estos tiempos vertiginosos, detenerse a mirar y a escuchar a las cosas es un acto revolucionario. Nos enseñó a buscar lo exótico en lo doméstico y lo cercano en lo lejano, a combatir el olvido desde los sabores, los sonidos, las sensaciones. Los objetos nos hablan de ellos mismos, pero más nos dicen de los otros y también de nosotros y de nosotros en los otros.
-Hay que hacerle preguntas a las cosas- dijo y el tono de su voz nos daba la seguridad de que ellas nos podían contestar.
Hace poco tiempo editó el libro que lleva el mismo nombre del taller, "La voz de las cosas", en el que reunió tres decenas de crónicas de reconocidos periodistas que creen en una escritura de largo aliento y sensibilidad plena más allá del fragor y lo efímero de las noticias. Clasificó esos textos en varias categorías, los objetos como protagonistas, objetos que pertenecen a otros o son propios, entre otras.
Para Roberto Herrscher los objetos tienen voz, una potente o una más callada que hay que despertar. Así lo demostraron los alumnos de su clase, que describieron las sensaciones percibidas a través del tacto y el olfato. Un lápiz, un libro, un broncodiladator y una pequeña piedra blanca recogida de la orilla del Nahuel Huapi fueron algunos de los objetos que hablaron.
Una gran amiga cronista le aseguró que no se puede enseñar a escribir. Entonces, dijo él, enseñamos a sacar, no a poner.
El periodismo narrativo toma herramientas de la sociología, la historia y la arqueología. Interrogar a las cosas nos acerca a ésta última.
Ellas nos hablan, podemos escucharlas. Entender desde dónde vienen y hacia dónde nos llevan amplía el horizonte de la crónica hacia límites no imaginados.
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