Las cosas pasan sin pedir permiso: el periodismo que llega a tiempo venera la noticia como si se tratara de un Dios supremo: no hay historias ni personajes ni atmósferas: se trata de figuras, datos y juicios: amasan la información con el peso de la primicia y la riegan con intransigencia para que crezca y estalle: es la crudeza lo que forja el periodismo que llega a tiempo: el espíritu carroñero: un periodismo que une cada cosa con dos puntos seguidos: y sigue sin rumbo y sin función: o bueno, sí hay un objetivo claro: tampoco se lo vamos a quitar: la espectacularización de eso que construyen como realidad: acaso eso que genera números y estadísticas: billetes: likes y comentarios, pero ningún eco: ninguna profundidad: ningún cambio: todo es vaciamiento y, obvio: rapidez.
En este taller, el equipo de Late, una revista que apuesta por el periodismo narrativo de largo aliento con mirada latinoamericana, descubrirá por qué el mejor periodismo lo han hecho los incumplidos, los lentos, aquellos que no tienen reloj y por eso llegan tarde, cuando ya todos se fueron.
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